Por la ventana de mi dormitorio
abierta a un patio de luces,
se me cuelan de madrugada
los últimos sueños de cada noche.
Lo sé porque el color se torna a una fría escala de grises.
Fragua la masa fresca de mi almohada.
Se estremece el mobiliario; reacción ante un delicadísimo hilo de luz sedoso.
Y el tren de aterrizaje del edificio se clava en los cimientos hormigonados
después de un largo vuelo.
Entonces, cimbrea la casa.
El despertar es un coágulo de sombras fantásticas
proyectadas sobre la pared. Ahora de un blanco marfil triste.
Pero… ¿qué es esto?; ¿quién esta aquí?...
¡Otra vez tú!...aquí.
El sol, pequeñito; tanto que apenas abrasa,
está enredado entre los cordones de mis botas:
…debajo de la cama.
Con una bufandita de destellos naranjas.
Lo llevo entre mis manos a la ventana de mi dormitorio,
abierta a un patio de luces:
…¡Anda, vete!. Sube al cielo.
Complementa sus cabellos de azufre con el violeta del Señor Celeste.
Sístole – diástole – sístole – diástole – sístole – diástole – sístole –diástole.