Mi temblorosa mano acariciando tus dedos, mi furtiva nariz oliendo tus cabellos, que felicidad tan grande recorría mi cuerpo, que era verte y mi corazón saltaba como salta un perro, hablarte y salía luz de mis adentros, oírte y dormirme entre susurros del mar en la playa muriendo. Que sensación de tocar el cielo con tu primer beso, que inigualable pasión pusimos en ello, que temor me invadió tras todo eso, sabia que a partir de aquello, tras subir tanto hasta tocar nuestro cielo, solo quedaba caer, terrible caída sin ti al infierno. Ahora lo recuerdo, recuerdo nuestro primer beso y pienso.
Nunca debimos dejar de ser niños.
miranda
2010