El periódico venia aquella mañana tan vacío como siempre de oportunidades para alguien tan dispuesto como el ha incorporarse de inmediato al mundo laboral. Los seis meses que llevaba en el paro le tenían sumido en el desconsuelo, a sus cincuenta y tres años no veía forma de adaptarse ya al mundo que evolucionaba cada día, diez años por delante de el. Después de treinta y cinco años cumpliendo con su labor en una cadena de embotellamiento de refrescos. Si se cae una botella y entorpece la cadena (recordaba), en ese caso la retira o la pone recta, si son dos las botellas lo mismo, si son mas tiene que pulsar el botón amarillo, eso ralentizara unos segundos el ritmo de producción, en el caso de verse desbordado por la cantidad de botellas pulse el botón naranja, en un momento estaré con usted para solucionar el problema, pero el botón rojo no lo pulse jamás, si veo que es demasiado grave yo mismo o el encargado de turno lo hará si es estrictamente necesario, ¿comprendido?. Esa fue toda la teoría y todo su aprendizaje, una función y tres botones, buenos dos, por que el rojo nunca sentiría el tacto de sus dedos bajo ninguna circunstancia.
Se arrepentía como tantos de no haber estudiado para ser un hombre de provecho, ahora, es cuando el dinero fácil que gano en su juventud se convertía en su losa. Al menos no tenía cargas familiares, toda la vida ansió una mujer y unos hijos que como el botón rojo, nunca llegaron a ser acariciados por sus dedos. Tras unos segundos de auto alimentación lamentativa prosiguió con el repaso diario de puestos de trabajo escasos y fuera de sus posibilidades, ¿Cuántos trabajos pueden existir en los que aprendas en treinta y cinco segundos y aguantes treinta y cinco años? En ese momento detuvo su dedo en un anuncio donde se necesitaban mozos de almacén sin experiencia… entre 18 y 30 años urge. Otro de guardes en una finca… casado imprescindible. Ni suficientemente joven ni suficientemente casado, ni estudios apropiados ni sin apropiar, incumplía todos y cada uno de los requisitos necesarios para volver a meter la cabeza en ese mundo laboral que lo había despedazado y luego puesto a la venta como carne de cañón, ni siquiera lo querían como mano de obra barata, indudablemente era mas factible tener un extranjero sin contrato y por un sueldo digno de su país de procedencia. Las puertas que nunca se abrieron a su vida permanecían más cerradas que nunca, no necesitaba el dinero tanto como sentirse útil, pero tarde o temprano el dinero seria otro obstáculo a su decadencia a la que no veía fondo pero seguro que llegaría en breve.
El camarero le puso su café hirviendo como siempre y cogio la taza entre las manos dándola vueltas para calentarse los dedos y poder seguir pasando paginas, intentando no perder lo único que aparte de la taza podía sostener, la esperanza. Un suspiro, y siguió con su danza anular repasando cada línea de ofertas de empleo hasta que llego al final, compra y venta de artículos de segunda mano. Seria la casualidad o el destino, o ambas, que cuando se alían te mandan a donde no quieres ir pero, en el primer anuncio se podía leer: vendo escopeta de caza muy económica, apenas seis meses de uso. Contactar con…
Curiosamente, el anuncio incluía una foto del arma a todo color, y quiso la casualidad, que el botón del seguro fuera rojo. Al menos, podría tocar por fin el botón rojo.
miranda 20/1/2010