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Cuatro primeros PÍFANOS

EL OJETE DE LORD STATION



Podría contarte no miles, pero sí cientos de incidencias ocurridas en mis treinta y siete años de vida laboral como Abogado, pero sólo te arrancaría una sonrisa de vez en cuando y más de dos bostezos. Tú, querido lector, que seguramente rompiste el silencio de tu habitáculo con una carcajada o, con toda certeza, te has sorprendido al comenzar la lectura del título de este relato. Vas ahora a descubrir la mejor planta de mi anecdotario vivero, digamos con acierto: la más exótica...y mágica.

Vacía tu mente y deja que yo dibuje.

Imagínate a un ser humano (pues esa era su apariencia) con pelo en la cabeza, brazos y piernas, bien vestido y aseado, medio de estatura y cuarentón. Apareció en este mundo por generación espontánea, pues muy poco o nada se sabía de este sujeto. No se le conocía oficio, pero sí ingentes beneficios de desconocida procedencia. Su casa era un tumulto de alhajas y ostentosa decoración. No faltaban wi-fis, hi-fis, wiis, onos, canales pluses, todo tipo de tarifas planas o abultadas, termomises en la cocina y tres mamachichos tremendas que le acicalaban el piso, y seguramente el “sable”. Pagaba siempre en efectivo con billetes de todos los colores sin poseer depósito monetario en ninguna entidad financiera conocida.

No es que yo husmeara en su vida para deducir todo esto; es que nuestro “Lord Station” (así exigía que le llamaran) dejó algún cabo suelto en la gestión de la compra de la vivienda (que por supuesto pagó a tocateja) y, como era de esperar, tampoco este extraño personaje pudo librarse de ese ente que “nos mira” (y que mejor ve a los “mediotontos” entre los cuales me incluyo), me refiero a la denominada HACIENDA.

Andando el tiempo al admirable Lord Station le llegó por correo certificado una amenazante resolución de Ntra. Sra. Hacienda, que le venía a decir lo siguiente:

¿Quién es Usted.?, De dónde sale el dinero?, No figura como retribuyente…
Responda a todas estas cuestiones en un plazo improrrogable de diez días…
Si así no lo hiciera se procederá al embargo de sus bienes, o en su caso, comparecerá ante la Justicia…

No esperó Lord cinco, ni diez días improrrogables. En la friolera de media hora ya estaba en el registro de Hacienda con su contestación expresa en la mano. Se la hicieron llegar al Jefe del Servicio competente en la materia, que como era de esperar, quería salir de dudas, ante la incógnita de este individuo. Pero cuando leyó, no daba crédito a su racionalidad.

Así rezaba el escrito de Lord:

Sres. Directivos Públicos de Hacienda.
Soy Sir Arthur Lord Station, y todo lo que tengo y tendré me lo saco del ojete.

Imaginaos risas, llantos, gestos faciales, y sobre todo la indignación del Delegado de Hacienda cuando llegó a sus manos. Así pues, desechando la paja del grano de este relato, Lord Station fue sentado ante un Tribunal, en el cual, de entre todos los títeres, yo fui una marioneta más, y acepté el turno de Abogado de oficio para la defensa de Sir Arthur Lord Station. Sí amigo lector, como ves e imaginas.

Allí le conocí, y allí me insistía una y otra vez que su culo era como el bolsillo de Doraimon, así pues ¿cómo defender lo indefendible? Ante tal actitud grosera, sólo intenté que le rebajaran la pena por desalineado. Pero el Tribunal sentenció: pena de tres años de prisión y embargo de sus bienes por sinvergüenza y caradura.

Ya a solas con Lord, y una vez terminado el proceso, me pidió que subiera con él a una de las aulas de la Sala. Quería charlar. A mi parecer elegí la más iluminada. Me rogó que cerrara la puerta. Así lo hice.

–No importa nada, Sr Letrado, cagaré de nuevo mi fortuna- dijo despreocupado.

-Está usted loco Sr. Station, ¡¡cállese!! ¡¡Vámonos por favor!!- increpé. Al momento Lord puso su mano en mi hombro, me sujetó, -¡alto!- gritó con voz temblorosa. Tuve miedo

–Tranquilícese Sr. Letrado, no tema y observe….quiero enseñarle algo…..mire…..siéntese y observe, pero sobretodo no me interrumpa ni se marche…vea lo que vea, no se marche, no tema por su integridad-

-¿Qué dice? ¡¡Déjeme!!- exclamé acuciado por la incertidumbre.

-¡¡confíe en mí!!, se lo ruego, voy a revelarle la verdad, ¡¡¡por favor, siéntese y mire!!!-. gritó.

Así lo hice, con gran nerviosismo, estimulado por la curiosidad.

Esto fue lo que ocurrió:

Sentado ya frente al Sr. Station, éste dispuso (ante mi espanto) de bajarse sus pantalones de pana negra, lo mismo hizo apresurado, con los calzoncillos, y girándose dándome la espalda, flexionó la columna, dejando ante mis ojos, a medio metro de mi cara, sus nalgas desnudas, rosas y peludas, sujetadas por unas piernas fibrosas (¡Dios santo¡, no sabía dónde meterme, ¡esto es de locos¡ pensé). Seguidamente, sin permitirme atajar esta escatológica escena, Lord se agarró las nalgas con fuerza, separándolas todo lo que pudo como el que abre una granada, presentándome, ante mi asombro, su denigrante esfínter. Era un ojete extraordinariamente dilatado y orondo, carnoso como un donuts rosa, me acerqué, pues pude vislumbrar unos extraños grafemas incandescentes alrededor, pero el susto me retiró contra el respaldo de la silla: un ronco cuesco atronó en el aula, mastiqué el hedor y di una arcada, al momento la cabeza de Lord Station subió y giró sin mover la espalda con un pescuezo largo y flexible, la figura era espantosa y físicamente imposible, dejó de girar, se acercó a mí estirando ese cuello telescópico. La cara de Lord me miraba, pero no sus ojos, que eran abominablemente diabólicos, teñidos de verde mate. Embriagado por el miedo comencé a llorar, Lord abrió la boca. Se disponía a hablar:

-¡¡pida lo que quiera!!- exclamó con una voz gótica, de ultratumba.

-¡¡¡pídalo ahora, pida idiota, y será para usted!!!, le haré rico Letrado ¡pida!-

Extenuado, me dispuse a complacerlo, y entre sollozos y náuseas balbucí:

-si….si puede…. si puede ser…..el….el galeón pirata de playmóvil…para mi hijo…señor-.

Y por increíble que os parezca, ese ojete parió ante mí una enorme caja azul, que asomaba abrazada por un esfínter dilatado hasta el infinito, la caja de clics cayó al suelo cubierto con una ligera capa de flujo amarronado. Poco a poco el rojo vivo incandescente del ojete de Lord volvió a su estado de rosa azulado inicial, se cerró como una imagen acelerada de un clavel que se esconde ante la cercanía de la noche. Recuperó su estado erguido. Se vistió, me sonrió, cogió la caja con cierta ternura, y me la entregó:

-¿me cree ahora Sr. Letrado?, solo tengo que desear lo que quiero para cagarlo-

Corrí sobresaltado en cuanto sentí que podía escapar, se me partía el estómago y el corazón rasgaba mis costillas. Llegué a casa inconsciente de que llevaba bajo mi brazo el galeón pirata. Mi hijo vino hacia mí gritando:

-¿te lo ha dado Papá Noel para mí, papa?- ¡dámelo papa!, dámelo se lo pedí a Papá Noel y te lo ha dado para mí, ¡te lo ha dado para mí!-.

Se lo entregué a mi hijo con una sonrisa boba, aún incrédulo de lo que vi.

Y allí estaban, el ejército de piratas con sus veinte mil accesorios. -¿ves cariño? Papá Noel existe- Sentenció tiernamente mi esposa.

Yo pensé: -…existe….existe…. EL OJETE DE LORD STATION.-
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