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Cuatro primeros PÍFANOS

DOUBLE DRAGON



…Prefiero dormir con un caníbal sobrio que con un cristiano borracho.
(Herman Melville) Moby Dick

...y yo os digo: ¡ésta es mi tierra!... ¡la vuestra!... vuestras inquietudes y dudas…¡¡mi trabajo diario!...sí…¡sí!, DIÁLOGO SOCIAL…economía sostenible…por un PLENO EMPLEO REAL…¡¡real!...que no os den cifras…números virtuales que se derriten en las falsas promesas…mi obsesión: los que menos tienen...¡¡CONFIAD!!...¡¡¡AHORA ES EL MOMENTO!!!.


I.
…alzó sus brazos, apretándose las manos, una contra otra, intercalando los dedos…terminó su insidioso discurso.
Bajo la tribuna, el público. Cientos de personas; parecerán cientos de miles en las pantallas de los televisores a las nueve en punto. Falsos obreros disfrazados con monos azules aplauden. Los de las primeras filas zarandean unas pequeñas banderitas de plástico con el logo del partido bajo una apariencia de una felicidad social (disimulan)…con una sonrisa boba miran a las cámaras (¡gracias por las gorras!...gracias…una baraja española con el logo del partido… gracias… buffet, comer en un buffet… comer…comer.. comer… beber… Guía Sexual para el Adolescente: ¡conócete! Abre el culo al mundo… ¡desconfía del cura!...) hígados agradecidos. Y en el estrado aparecen tres ministros informales, hoy sin uniforme. No procede. Abrazan al orador; que es el Presidente. También con camisa blanca y vaqueros. Asidos por los hombros, unos con otros, simulan fraternidad, pero es un muro político. Votad, votad a otros si éstos defraudan…¿a otros?...¿A QUIENES?.
Concluida la conferencia electoral. Fran Pablo Pizcalin, Presidente del Gobierno, predicaba a la vista de las muy próximas elecciones su mensaje ecuménico pero exiguo. Preparado y aprendido de memoria para todas las oratorias. Lo conducían en su vehículo oficial de alta gama, hacia el palacio presidencial donde reside. Llegaron pronto. Sin incidencias. –Ayudadme. Tengo hambre- ordenó. Dos subalternos le desvistieron en su privada habitación de Estado. Despojado de toda prenda, bajaron una cremallera instalada en su aparente columna vertebral. ­–Dejadme solo y cerrad la puerta- ordenó de nuevo, y así se hizo. Contoneándose se deshacía de su vaina de goma, disfraz de ser humano, que quedó tendida en el suelo como un cadáver fofo. Dejando libre su verdadera forma:
Cubierto con unas escamas negruzcas, lubricadas en un extraño aceite. Bípedo, de finísimas y largas patas articuladas por tres puntos. Un tórax ridículamente esférico, ondulado. No poseía brazos ni garras. Dos enormes púas verdosas asomaban y desaparecían por los costados acompasadas por su extraño respirar. La cabeza, sin cuello y de forma piramidal, pequeña en proporción con el resto del cuerpo. Totalmente azul con unas irisaciones verdes: un pequeño tubo en una de sus caras flanqueado por dos bolitas rojas formaban el rostro.
Se giró hacia la puerta cerrada. Parecía comprobar su hermetismo. Bajo una tenue luz, con un gracioso y esperpéntico caminar se dirigía hacia una de las cuatro esquinas de la habitación oscura, hasta que halló, arrojadas en el suelo, un montón de cosas menudas:
Revistas literarias, catecismos, abanicos y pintalabios, Catálogos de arte “Jóvenes artistas”, heces humanas, listados de afiliados sindicales, estimuladores anales, barbies, una hoz y un martillo, una rosa seca, el cadáver de una gaviota… y fruta podrida.
La Presidente-criatura se acercó, flexionó sus raras patas y contrayendo el tórax vomitó como un grifo, por aquel tubo-boca, un líquido blancuzco sobre aquello. No se detuvo hasta cubrirlo todo de esa baba cáustica. Transformó aquel acopio en una humeante masa gris. Una fina y larga lengua flexible surgió de su boca entubada clavándola en aquel puré. Y con un sluf…sluf… comenzó a aspirar.
…en tres segundos ya no quedaba nada.



II.
El General Caillou dormía como una pequeña musaraña. Encogido, en posición fetal, aferrando entre su cetrino pecho un muñeco Geiper-man desnudo. Se entretenía mordiendo sus deditos de goma hasta quedarse dormido. Al amanecer un virtual reloj biológico le despertaba, escondía su Geiper-man desnudo, despegaba de su cuerpo, desnudo también, el edredón-escudo bordado en oro y cobre. Y se incorporaba débil y plomizo. Con su extrema delgadez, temblando de frío y miedo (odiaba la soledad física) se dirigía a la palatina sala de aseo. Torpe, sentó el culo en un aurífero retrete. Y comenzó a peer…un cuesco tras otro. Le parecieron vergonzosamente horrísonos para un hombre de guerra. Masticó el hedor, su hedor podrido. Apretó esforzándose para cagar, pero orinó primero. Miraba su pene gordo y feo…y cagó al fin. Absorto pensaba en aquellas sentencias de muerte que firmó contra los “enemigos del estado”…esos no cagarían jamás…podridos en las fosas. Ese tufo…El General se sintió cadáver. Tuvo miedo, se limpió el culo e intentó ducharse.
Después vino el desayuno. Por fin asistido, compañía humana (odiaba la soledad física) –Buen día mi General-, -Su café edulcorado mi General-. Una criatura humana de unos cinco añitos se le acercó, risueña sonreía, y mirándole a los ojos le prestó la barbie desnuda que portaba. El General Caillou no quería sonreír…pero lo hizo. Cogió la muñequita por el pelo, se acordaba de su secreto Geiper desnudo, escondido…sólo para siempre mientras durara su autocracia. Tuvo miedo, se sintió cadáver, devolvió a Missis Barbie a su pequeña madrastra y apartó la vista.
-General, todo está listo-. Le requerían.
Pusilánime abandonó la sala para arrastrarse hacia una habitación privada. Otra vez la habitación hermética. –Capitán Marco, ¿cómo ve hoy a la multitud?- preguntó. – asustados, General Caillou- respondió Marco… -bien, bien- se convenció. Asistido por tres oficiales, le desnudaron, le ungieron de un aceite rojo, mientras otro inyectaba medias dosis de un líquido rosa bajo sus axilas; aquello parecía insuflarle vida. Sus ojos brillaron como el loto, abiertos en exceso. Se afilaron sus colmillos y blanqueaban sus dientes; su cuerpo entero era ahora erguido y musculoso en extremo, enfático el gesto. Orgulloso, volvió a peerse. Los oficiales susurraron -…se ha peído-. -¡¡silencio, continuad!!- exigió Caillou. Era un valiente hombre de guerra…y lo vistieron con un precioso traje de gala castrense, de oro y luz negra. Acompañado salió al balcón Mayor y recibió a la multitud. –CAI-LLOU…CAI-LLOU…CAI-LLOU- le aclamaban. Se cubrió el cráneo con su gorro de laurel militar. Les saludó alzando el brazo y su mano derecha enguantada, con énfasis…, fue más un “¡callad!” que un “hola”. Comenzó mirando al cielo…el mismo cielo autocrático de hace cuarenta años, gris plomizo…Aterrado vislumbró una enorme boca salivosa entre nubes…de sanos dientes blancos marfil…con una gran lengua rosa se relamía, obscena, los labios decorados con un rojo carmín brillante…(la boca de Dios) y abierta esperó que el General comenzara.
Nervioso, apartó la vista del cielo, y memorizando su plática comenzó a proyectarla:



La Gesta de nuestros ancestrales Reyes no fue en vano… La unidad de la patria que ahora confía nuestro ejército……….




…-CAI-LLOU… CAI-LLOU… CAI-LLOU… CAI-LLOU… CAI-LLOU… CAI-LLOU… CAI-LLOU… CAI-LLOU… CAI-LLOU… CAI-LLOU… CAI-LLOU… CAI-LLOU…-


Esperó…Temeroso. De nuevo observó el cielo esperando un resultado:
…La colosal bocaza estaba descojonándose de risa.


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